Y así era él...
Y así era él...
Y así era él con esa mascara de frialdad, pero a ella no pudo engañar.
Detrás de esa máscara se escondía el ser más vulnerable y sensible. Sus ojitos
brillaban cuando la miraban, era otro,
era suyo y de nadie más. Ninguna mujer por muy bella
que sea ha logrado lo que ella logró. Darle calidez, amor, cuidados y
atenciones a ese ser tan sensible.
Era como un niño, su rostro cambiaba, irradiaba
felicidad. Sin olvidar la calidez y la belleza infinita de su sonrisa. Su
rostro era tierno y esa máscara de dureza se desvanecía con tan solo verla.
Cuando ella lo miraba el mundo se detenía. La conexión entre ambos era única,
no existía nada, no existía nadie, solo ellos…El mundo se detenía.
Se perdían en sus miradas, buscándose y encontrándose sin miedos, ni dudas. Ella lo
amaba y lo anhelaba como cual niña ansia un juguete. Él en cambio guardaba
silencio, pero por dentro gritaba su nombre. Sus ojos brillaban con tanta
intensidad al mismo tiempo que sonreía, ella logró calmar sus demonios.
No existe dicha ni felicidad tan grande como la que
ellos sentían al mirarse, y al amarse en silencio sin siquiera tocarse. Ella
anhela tomar su mano, sentirla entre sus manos, entre sus dedos, deseaba tanto
un abrazo, una mirada suya. Solo se conforma con eso, con ver a su Cristóbal y
gritarle entre el silencio cuanto lo ama.
De pronto un nudo se hace en su garganta y sus ojos
comienzan a llorar mientras lo piensa y escribe las palabras más bellas que se
le ocurren para describir a su amado. Para ella es como un ángel, muestra de la
perfección y la belleza más sublime y exquisita.
Si tan solo él leyera las palabras que emanan de su
corazón, si tan sólo rompiera el silencio y la liberará de esta cruel condena;
la de su silencio. Tal vez si él lo supiera…
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